LOS REENCUENTROS NAVIDEÑOS EN LA LUCHA PERUANA
La primera borrachera es inolvidable, juras y re juras que no lo volverás a hacer
Pero como los políticos, es una promesa que nunca cumples
Cuando escribamos la historia de la Lucha Olímpica Peruana sobre los encuentros navideños, la primera del que tengo recuerdo fue en diciembre del año de 1970, en la puerta 20 “A” de la tribuna oriente del estadio Nacional, gimnasio que recién se estrenó en el mes de mayo del mismo año, ya que antes estuvimos en el tercer piso de la puerta 19, un diminuto local, si lo comparamos con el de ese momento.
El presidente de la Federación Peruana de Lucha Amateur de ese momento era el Dr. Luis Antúnez y Villegas, un joven abogado dispuesto a revolucionar nuestro deporte y una de las maneras era el de formar un ambiente familiar, aunque por esos tiempos éramos pocos los practicantes, formados por el clan de los Velarde Diaz, en que también estaban primos y cuñados, los León García, los Barbas Caballero, y algún que otro practicante. Creo que si sumáramos cuantos éramos en total, no pasábamos de 30 cultores.
Esta reunión navideña era la clausura del año, en la que también se aprovechaba para otorgar los diplomas a los más destacados, y en esa ocasión también se entregó unos pequeños trofeos en forma de copas, al mejor luchador de adultos, al mejor luchador escolar, juvenil y así a todos. No me acuerdo si repartieron panetones como después lo hacíamos nosotros cuando fuimos dirigentes, creo que no, lo que si me acuerdo es que habían contratado a dos mozos para el final, ya que había un ágape acompañado con “pisco sour”, que resultó un craso error de cálculo.
A nosotros los jóvenes luchadores, el “pisco sour” nos pareció un licor muy rico y suave que se podía tomar como limonada, llenando las copas con dicho elixir. Me acuerdo que muchos de los más jóvenes luchadores no esperaban que el mozo trajera los bocaditos, sino que lo esperaban en la puerta en donde los habían puesto y allí mismo era asaltado literalmente apenas daba un paso afuera del camarín. Llegó un momento que este asustado los tiraba al aire, ya que no se arriesgaba a salir. Tuvo que intervenir el entrenador León Genuth para detener el caos y el desorden.
Me acuerdo bien claro que a las nueve de la noche culminó todo, salimos y yo me dirigía a mi casa con mi hermano menor César que en esos tiempos vivíamos en Santa Beatriz, en un edificio junto al parque de la Reserva; mientras caminaba entre las columnas del Estadio, estas comenzaron a moverse de un lado a otro, no podía mantenerme derecho, tuve que apoyarme en una de las puertas y de repente se me vino unas cataratas de vómitos, que afloraban hasta por la nariz.
Si llegué a mi casa fue por mi hermano menor César, que me iba sosteniendo y arrastrando los pies por las calles, felizmente a unos 600 metros más o menos del gimnasio. Toda la noche la pasé boca abajo al borde de mi cama y con un balde al costado, creo que fue mi primera borrachera a los 17 años y jure en ese momento que sería la última, promesa interna que como todos saben nunca cumplí.
De eso hace unos 55 años, es por eso que después me volví muy disticoso en beber licor, este debe de ser de buena calidad, y ahora tengo una medida como máximo para tomar que no debo de romper, dos litros de cerveza, o, una botella de vino tinto seco, o, un tercio de botella de aguardiente, si es whisky de preferencia etiqueta negra y si es ron, mínimo unos siete años, así que ya saben si piensan invitarme o regalarme algo, este tiene que ser un buen libro o un buen licor, en todo caso, aprovecharé para desearles un mejor año 2026.